Por ejemplo, Ernesto Che Guevara quería ser médico.
El Subcomandante Insurgente Marcos era profesor de filosofía.
Los y las Insurgentes querían ser simplemente campesinos, amas de casa, profesores, peones... y no soldados.
A veces no es la carrera o la ocupación lo que se tuerce, sino las reglas por las que nos regimos: a veces queriendo ser recto no te dejan. Queriendo ser pacífico, parece que todos se confabulan en tu contra para levantar tu ira. Queriendo ser fiel, te ves obligado al adulterio... y así todo.
Será que la vida no es un proyecto para que diseñemos planes, sino un campo de juego donde debemos jugar y, cuando somos demasiado cuadriculados, nos tuercen los renglones para que improvisemos, experimentemos, conozcamos nuestros límites, nuestro valor.
Tiene mucho más mérito ser recto frente a los obstáculos, que si no existen. Decían los romanos: 'Quien lucha sin peligro vence sin honor'. No hay mérito en seguir una línea recta carente de conflictos, y ese camino recto no desarrolla ninguna cualidad en nosotr@s.
Las personas auténticas no son rectilíneas. Su vida no carece de zonas oscuras. Su pasado no siempre es idóneo. Son de verdad, con cicatrices en su alma, con experiencias, amargas y dulces, altos y bajos.
Quienes quieren ser rectos siempre, carecen de una faceta de la experiencia humana. Además, es imposible, porque somos eso, humanos. No te fíes de alguien que no muestre algún defecto o debilidad, porque alguno tiene, seguro, y quizá más grande de lo que supones. O más peligroso.
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