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miércoles, 18 de diciembre de 2013

Luce el sol, en ''Estos días azules y este sol de la infancia''

y hace un día estupendo. Uno de esos días en que parece que existe una tregua entre nuestro ánimo y el mundo. En que parece que reencontramos el tacto de nuestro interior.

Uno de "estos días azules y este sol de la infancia", como se lee en los últimos versos encontrados en el bolsillo de Antonio Machado cuando, tras un agotador camino del exilio, muere enfermo.

Porque 'estos días azules y este sol de la infancia' es la descripción perfecta de estas mañanas claras de bondad infinita que nos devuelven a nosotr(a)s mismos, que nos abrazan con una tregua entre la locura y el desastre, entre la pobreza y la indiferencia general.

'Estos días azules y este sol de la infancia' es volver a todo aquello que habita en los recuerdos queridos, un misterio que nunca ha sido desentrañado, pero que actúa de vez en cuando en nuestra vida, haciendo que sus piezas encajen de nuevo, curando lo que estaba roto y acariciando nuestro cuerpo.

Es algo sensorial, sensual, pero también muy espiritual, muy real pero muy misterioso.

Yo creo que no es un poema inconcluso, sino que esos versos, los últimos del poeta Antonio Machado son un poema definitivo, perfecto. 

No era necesario escribir más para plasmar la experiencia que sentía.

El prolijo poeta se volvió al final breve, conciso y preciso.
Casi un haiku. 
Una elipsis infinita, que contiene implícitas todas las frases, todas las metáforas, todos los versos.

 Estos días azules y este sol de la infancia.

Como el de hoy.

Dibujo de Ramón Gaya de Machado

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